03 noviembre 2011

El Peregrinaje de Meditar y de Compartir - Inma Martí

Me gusta ver el camino de la meditación como un peregrinaje.  Donde hay diferentes etapas, diferentes ritmos, diferentes descansos.  En España tenemos el Camino de Santiago.  Lo recorren personas de todos los lugares, edades, condiciones, creencias…   Este peregrinaje de alguna forma les transforma.

Veo el peregrinaje de meditar como una historia personal de salvación, hay una atracción, un anhelo, alguien (un amigo) o algo (una lectura) nos ha dejado dentro un interrogante y comenzamos el camino sin saber lo que encontraremos. Pero deseando una cosa: El encuentro con Dios.

Al principio es posible que haya entusiasmo pero pueden seguir momentos de duda, cansancio, retrocesos, vuelta al entusiasmo… y si no dejamos este camino nos vamos dando cuenta de que algo va cambiando en nuestro interior  y también hacia el exterior.  Comprendemos que pierde importancia lo que pensemos o sintamos, el silencio va cobrando mayor densidad.  Aún habrá que aceptar y comprender pensamientos o sentimientos que nos pueden incluso sorprender por lo insospechados.  Pero nuestra confianza en Dios va creciendo, a medida que curiosamente nos aceptamos mejor.  No hay nada que cambiar, sólo aceptar y permanecer a Su lado. Y sabemos que nada nos detendrá, que ya no volveremos atrás en este camino.  Que nos va transformando en el único camino de la vida.  Porque siempre somos la misma persona que se ha dejado alcanzar por el Amor y desea seguir siendo alcanzada por Él.

Nos gustaría mucho que otras personas a quienes queremos mucho hicieran esta misma experiencia.  Y comenzamos a decirles lo que significa para nosotros.  Nos compartimos con total sencillez.  Y continuamos.  También la meditación nos prepara para servir mejor a los demás, les hablemos o no de nuestra experiencia.  Nuestra forma de estar les hablará, sin que tengamos que preocuparnos por ello. 

Me gustaría compartir estas palabras de John Main:  “…en nuestra meditación todo pensamiento se aclara porque está fundado en la roca que es Cristo y no en nuestro ego.

Nuestras emociones también son purificadas y pacificadas en su gentileza, en su perdón, en su amor. Creo que la importancia de todo esto es que esta claridad y pureza nos liberan para el gran acto de amor fraternal de nuestra vida que consiste en llevar a los otros a vivir una conciencia pura, una claridad de visión. 

Nada que podamos hacer por los otros puede ser tan grandioso como este servicio de llevarlos a realizar su enorme potencial, aclarando su conciencia en Cristo.”


Inma Martí

1 comentario:

Lucia dijo...

Querida Inma:
Cuando unimos la experiencia con el compartir la experiencia, nuestro camino se facilita, meditamos con mayor Amor y compromiso, pues la meditación nos va haciendo congruentes, nos va integrando.

Es un proceso, como bien lo describes en tu escrito - con sus vueltas, tropezones - pero una vez que vamos, vamos!

Mil gracias por este hermoso regalo de tu experiencia y de tu compartir!