20 diciembre 2012

Reflexiones sobre la fe - Eduardo Noboa

La creencia es un conjunto de pensamientos cargados con potentes emociones y que llevan muchas veces a “cometer” una serie de actos reñidos con la Verdad, el Amor y la Vida. En otros casos quizá no lleven a comportamientos censurables y generadores de sufrimiento, pero tampoco parecen tener la vitalidad transformadora, quedándose en meras doctrinas o ideologías, al lado de otras.

Por esto, creencia no puede ser sinónimo de fe. La primera está en el nivel de la psicología, de la mente, del discurso o del activismo; en tanto que la segunda está en la dimensión del Espíritu, de lo inefable, del silencio y del Misterio. Mientras aquellas creencias estén más cerca, mayormente insufladas de la Vida interior, mayor potencia y efectividad real tendrán en la existencia concreta, pero si se desconectan, pierden el mismísimo sentido de realidad.

La fe es entonces una certeza que no viene de los datos del intelecto y un sentir que no es movimiento emocional sino algo como sentimiento profundo y quieto. Es el contacto con la Presencia. Y este conjunto, este proceso: me permite ser; recién ahora (en el momento de fe) sé que soy…sé que voy siendo…ya no esta personalidad o esta otra, sólo soy por la Gracia de Dios. Y la fe se profundiza a la par que mi ser se subsume en El Ser de Dios, en Unidad, en Paz y en Amor, todo inefable, infinito y eterno.

Cuando salgo de los momentos de fe, cuando cada día me resbalo y pierdo contacto, todavía mis creencias están firmes, me sostienen en diálogos con la familia y la comunidad (también ellas oscilando entre la creencia y la Fe), hasta retornar a otros momentos donde la Fe es Presencia, donde la Presencia confirma la Fe, y donde en Fe y en Presencia Soy su criatura…suyo por siempre.


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