28 enero 2014

De la novedad a la perseverancia - Lucía Gayón

La vida es muy interesante - tenemos tanto que aprender, tanto que descubrir, tanto que obtener, tanto que hacer.  A pesar de los "tantos", nos aburrimos.  Nos aburrimos de lo mismo, queremos tener nuevas experiencias y buscamos formas que inyecten novedad.  Ese punto de novedad nos motiva, nos entusiasma y nos llena de energía... por algún tiempo.  Luego de que pasa la novedad, no sabemos qué hacer y archivamos la experiencia en el cajón de la aburrición o del olvido - o bien la tiramos a la basura.

Entonces, cómo perseverar ante la Meditación Cristiana?  Cuando sentimos la llamada a buscar un tipo de oración profunda y la descubrimos, estaremos muy entusiasmados de iniciar y nuestras primeras experiencias serán muy ricas. Queremos meditar frecuentemente porque encontramos paz, alegría, quietud.  Encontramos a Dios-Amor en nuestro corazón! Y nos enamoramos de la experiencia.

Pero de pronto la práctica ya no es novedad - pasó el entusiasmo inicial y ya no "sentimos bonito".  Ya no estamos en el retiro donde había un jardín y una capilla; ya no están las personas con las que meditamos o los horarios especiales para la oración, o la charla motivadora.  Ya no nos sentimos tan enamorados - sabemos que meditar es bueno y nos gusta, pero la chispa no está -  me aburre meditar.

Es ahí donde nos topamos con el primer desafío de la disciplina de meditar.  ¿Medito sin sentir bonito?

Dice Amado Nervo en su poema En Paz...

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Si "mayo no es eterno", le sigue junio y los otros meses y cada uno tienen en sí su riqueza, aquello que mueve nuestra alma para ir más allá de la feria de la novedad. 

Ahora bien, cuando pasamos ese primer obstáculo y perseveramos en nuestra meditación, sin sentir bonito, algo maravilloso va a ocurrir.  Vamos a descubrir que la meditacion cristiana nos lleva a un descubrimiento pleno, más profundo y más real - nos lleva a vivir una experiencia de conversión y de transformación indescriptible que supera el mito de la novedad.  En ese proceso, en el que no sentimos bonito, tampoco nos percatamos claramente de lo que ocurre, incluso es un proceso a ciegas, sin emociones especiales.  

Lo que ocurre es que ya dimos el gigante brinco de fe - decidimos continuar meditando aún a pesar de no sentir bonito, aún cuando la novedad ya pasó.  Meditar ya no es algo que queremos o deseamos hacer, sino que es algo que tenemos que hacer - sabemos entonces que es nuestra misión.  Aprendemos a amar nuestra meditación.  Al amar la meditación ocurre de pronto en nuestro interior una nueva energía - una energía serena, de certitud, de confianza, de estabilidad.  Es una energía que perdura - es la energía de la conciencia de Dios en nuestro corazón.





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1 comentario:

Esther dijo...

GRACIAS
TIENES RAZON. VOY A HACERLO OTRA VEZ.