19 enero 2014

El trabajo de la palabra sagrada - Lucía Gayon

Haciendo un esbozo de lo que es el ser humano, pienso que así como está formado por varios sistemas biológicos como el sistema oseo, el sistema digestivo, el de la circulación sanguinea, etc., así también hay otros sistemas que nos componen.  

Si analizáramos a partir de lo más denso, por decirlo así, la parte biológica, sería la parte más externa del ser humano.  Luego vendría la dimensión emocional y la intelectual, luego la intuitiva y la creativa y al último, la más profunda, la espiritual.  El orden de los factores podría variar.  Estas dimensiones forman el total de nuestra persona y todo está finamente entrelazado.  Nuestros pensamientos y emociones afectan nuestra biología como también nuestra espiritualidad; nuestro sistema biológico afecta también nuestros pensamientos y formas de actuar.

Añadiría también la dimensión externa - el entorno donde vivimos - nuestras condiciones de vida, la gente que nos rodea, nuestra historia familiar, la elección de nuestros amigos, nuestro trabajo - todo esto nos afecta.  

Tenemos relaciones o contactos con gente que pueden relacionarse más con algunas de nuestras dimensiones.  Por ejemplo, pudiéramos ser parte de un equipo deportivo y entonces nuestros colegas, con quienes compartimos esta actividad, puedan estar más relacionados a aspectos de entrenamiento, fortaleza, resistencia, etc.  Tenemos colegas de escuela o de trabajo, con quien pudiéramos estar más relacionados de forma intelectual.  Podríamos tomar cursos de arte y por lo tanto, nos relacionaríamos más a ese nivel con quienes comparten esta actividad.  Tenemos amigos del alma con quienes tenemos una identificación total.

Somos todo un sistema formado por circunstancias externas, por las personas de nuestra vida y por nuestros propios sistemas.

Los miedos y las angustias me parece que pertenecen a la parte emocional del ser humano.  Los miedos y angustias vienen y van - algunas veces, cuando son constantes o muy graves, se pueden convertir en fobias.  Es importante ubicarlos en alguna parte de nuestro sistema, justo para poder detectarlos, analizarlos o disecarlos.

Cuando meditamos y vamos repitiendo nuestra palabra sagrada, la palabra va penetrando cada una de las dimensiones - podríamos imaginarlas como si fueran capas.  La palabra sagrada irá encontrando que hay capas más resistentes o difíciles de penetar y poco a poco las irá aflojando.  Cuando eso sucede, los miedos emergerán a la superficie, se harán más perceptibles.  Cuando eso ocurre, puede ser que ya estemos en la etapa de desenterrarlos para siempre.  

Es un proceso que se da por la Gracia de Dios - nuestro trabajo es persistir en nuestra disciplina de meditar y cuando meditemos no analizar estos procesos - esto viene para después de meditar.  Los miedos no solo emergen cuando meditamos, sino que pueden ocurrir en cualquier momento y cuando eso ocurra, en vez de espantarnos de nuestros propios miedos, podríamos abrazarlos empáticamente, reconocer que ahí están o estaban y dejarlos ir.  Quizás el mayor miedo que tenemos que enfrentar es el miedo al miedo.  Si rompemos esa barrera, solo quedará un simple miedo.  Es la razón la que se ocupará de convencer a la emoción de que la e-moción miedo es algo temporal, efímero, voluble, cambiable y erradicable.

La palabra sagrada es una invocación, un llamado a Dios que ya es en la misma palabra, por lo que la palabra tiene su nido en nuestro corazón - ahí inicia y ahí termina - es el Alpha y el Omega de Dios en nuestra persona, en nuestra dimensión divina.  La Palabra, el Verbo se hizo hombre y habita en nosotros, en nuestra alma y la palabra sagrada, va ampliando nuestras dimensiones humanas para dejarla brillar en todo su esplendor.



Lucía Gayón


Publicado por:
www.permanecerensuamor.com

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