Aunque me doy cuenta que
durante el día, aun en un viaje en subterráneo o por las complicadas
calles de Buenos Aires, esa presencia es cada vez más nítida y
continuada en mi consciencia y doy gracias por eso. Como si la oración
estuviese ya siempre en mí. Ese entre los momentos de la meditación, no es ya separación sino continuidad en acción o por otros medios.
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