Nuestra fe es algo que nos ha llegado por
herencia. La teología enseña que hay dos fuentes la Sagrada Escritura y la
Tradición.
Con la primera fuente tendríamos que leer
detenidamente la Biblia y entenderla. El
segundo impedimento, y el más difícil, son la diferencia que existe entre nuestras maneras de hablar y
de pensar y los textos antiguos que ya tienen de dos a tres mil años. El
lenguaje es expresión propia de un tiempo físico en donde se conjugan varios
factores históricos, geográficos y culturales.
Cuando entablamos conversaciones donde
tenemos que avalar nuestra fé en algo reaccionamos diciendo: «Pero la Biblia
dice... pero Jesús enseña... pero Pablo escribe...». Y con esto, cerramos la
puerta a cualquier diálogo y damos por terminado el intercambio de opiniones.
Lo que está escrito sigue siendo palabra
humana, todo lo que explica del cielo lo saca de la tierra.
Si a Pablo le parece que las mujeres no
deben hablar en las asambleas, o cree que deben llevar un velo sobre sus
cabezas cuando oran en público. Deberíamos cumplir aún con estas palabras?
Las escrituras están escritas a partir de su propia fe, y el evangelista es
un ser humano como nosotros. Son expresiones de fe personal de cada uno. Y
hasta el día de hoy, cada cual cree a su manera y esta se halla condicionada
por su propia identidad y por el entorno y las circunstancias que rodean su
vida.
Sin duda es bueno incorporar textos de la
sagrada escritura no para afirmar que las ideas propuestas son infaliblemente
verdaderas, sino porque ellas concuerdan con la idea que vive o la idea que ha
vivido en la tradición.
Extractos del libro: Otro cristianismo es posible de Roger Lenaers
Creo, que Dios está en ti en mí y en todo
lo que nos rodea, creo que respiramos constantemente a Dios. Creo que la vida
día a día es un milagro y el tener fe, abandonándose en las manos de Dios, ya es una revelación.
Paz y bien,
María Pía
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