El ex-convento franciscano de Alfajayucan, en el
estado de Hidalgo, al noreste de la Ciudad de México, ha sufrido los
embates del tiempo, los descuidos y las 'restauraciones' bien
intencionadas pero totalmente desafortunadas. Los techos de todos los
cuartos del segundo piso en algún momento fueron realizados cómo
bóvedas. Este método constructivo fué traído de Europa por los
arquitectos constructores de los conventos religiosos del siglo XVI en
toda América y es un verdadero arte. Consiste en crear, utilizando
solamente tabiques y yeso o mortero, techos con cierta curvatura, sin
utilizar los apoyos de madera comunes en la construcción de los techos
planos tradicionales.
Cuando
llegamos para iniciar la meditación con los niños, vimos que estaban
iniciando la construcción de un techo de bóveda en una de las
habitaciones que se están restaurando. Me quedé un rato observando y el
maestro de obra me comentaba: 'esta manera de construír depende de la
habilidad del albañil. Tiene que colocar los tabiques uno por uno,
teniendo cuidado de colocarles el yeso en las caras de contacto y,
aprovechando que el tiempo de fraguado es rápido, ir avanzando en la
colocación, siguiendo una curvatura previamente trazada. Lo importante
es mantener el mismo espesor del yeso, para que todo quede uniforme.
Es
simplemente cuestión de práctica, de ritmo. Tomo el tabique, le pongo
yeso, lo coloco en su posición, me aseguro que sea el grueso correcto y
tomo el siguiente tabique, le pongo yeso...etc.
Pensé
que hay una cierta relación con la construcción de estas bóvedas y la
repetición de la palabra sagrada. La instrucción es muy simple, pero la
ejecución no es sencilla y requiere de trabajo y atención.
Me
dice entonces el maestro de obra, - ¿sabes? En realidad no es cuestión
más que de práctica, la mejor manera de aprender a hacer bóvedas es
haciéndo bóvedas.
Para entonces ya se habían juntado los niños y me fuí con Paty y con ellos a meditar. Paty había preparado un pequeño cuento para ir introduciendo al silencio a los niños. Ellos,
al igual que nosotros, necesitan un poco de calma para iniciar la
meditación. De esta manera, capturando su atención con la narración, es
más fácil iniciar la oración.
En
esta ocasión el cuento es sobre un ratoncito que está en la selva y no
sabe como es pues nunca se ha visto. Quiere saber como luce y le
pregunta a diferentes animales si luce como ellos. Al león le pregunta
si tiene una melena tan bonita como el, y el león le contesta que no,
que tiene el pelo cortito y feo. A la girafa si tiene el cuello tan
largo y esbelto y la girafa le contesta que no tiene ni siquiera un
poquito de cuello, pero aparte tiene una cola larga y horrible. El
chango le dice que sus ojitos son terriblemente chicos, nada que ver con
los de el que son grandes y hermosos.
El
ratoncito, abrumado y triste, se sienta a llorar en una piedra. Se
aparece entonces el búho, quien le reclama haberlo despertado con sus
lloriqueos pués el duerme de día para poder vigilar de noche... Y le
pregunta por el motivo de su llanto y le dice que se vaya al estanque, y
que vea su reflejo en él. El ratoncito, agradecido, corre al estanque
pero emocionado por lo que acaba de decirle el búho, no se puede detener
y se cae al agua. Sale a la orilla y trata de ver su reflejo, pero
obviamente no es posible por las olas que se generaron con su chapuzón.
Se desanima y empieza a llorar de nuevo. El búho le dice entonces: -
escucha con atención: siéntate en la orilla, en silencio y quietecito,
respira con calma y tranquilízate...
Poco a poco el
agua se va a calmar y podrás ver tu reflejo. Y vas a ver que eres una
creatura perfecta y bella, única e irrepetible. Y así como tú, somos
todos y todos nos podemos entender y llevar bien porque formamos parte
de una gran familia. Todos somos diferentes pero compartimos la belleza
de nuestra creación y por lo mismo podemos convivir y estar en paz unos
con otros.
Entonces el ratoncito se asoma y ve su reflejo y entiende que es perfecto.
Después
de la narración, iniciamos como siempre con una canción - Yo tengo un
amigo que me ama - que vamos cantando cada vez más quedito hasta quedar
en silencio y comenzar a meditar. Después de meditar, hacemos el proceso
inverso y terminamos cantando fuertemente.
Una
vez que terminamos, fuímos a despedirnos del padre Víctor y de repente
un gran estruendo nos sobresaltó...vino del cuarto que estaban
remodelando.
Los tabiques estaban rotos en el piso
y el maestro de obra le decía al albañil: tienes que tener cuidado. La
instrucción es simple pero no sencilla. Hay que practicar más y estar
atento al colocar los tabiques. Limpia el espacio y vamos a empezar de
nuevo...cada bóveda es como la primer bóveda, si no pones cuidado, se te
puede caer. Así que vamos de nuevo...una vez más...
Me
quedé pensando en la importancia de esta lección, cuidado y atención
amorosa a la repetición de la palabra, forman la base de nuestra
meditación. Y cada meditación es nueva, siempre somos principiantes,
siempre tenemos la oportunidad de empezar frescos y siempre el Señor nos
sale al encuentro en donde y como estamos.
Enrique Lavín
Publicado por:
www.permanecerensuamor.com
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