09 diciembre 2011

Fiesta de la Inmaculada Concepción - Graciela Moranchel

Deseo saludarlos en esta fiesta hermosa de la Madre de Jesús, pidiendo para todos
ustedes paz y gozo infinitos.
 
La fiesta de la "Inmaculada" me permite pensar en nuestra propia vida. Me permite reflexionar sobre ese lugar "intangible", "íntimo", también "inmaculado", donde encontramos nuestra esencia  más profunda, donde nuestro verdadero ser se une indisolublemente con el Amor Infinito de Dios, ese punto hacia donde queremos llegar cuando practicamos la oración de silencio, y que está en el fondo de nuestro corazón.
 
Ese punto íntimo nuestro también es "inmaculado": Allí no hay lugar para el mal, para la sombra, para el pecado.... Allí sólo existe la Luz. Allí encontramos nuestra verdadera identidad, la de ser "hijos" de Dios, tal como Él nos quiere. Como dice el padre John Main en el fragmento que nos regala Lucía hoy, allí "descubrimos la base de nuestro ser... allí nos vemos arraigados en Dios. Arraigados en Dios quien es Amor".
 
Para mí éste es el mensaje principal de la fiesta que celebramos hoy. No tiene que ver con cuestiones de "pecados originales", ni de supuestas "purezas" que nosotros jamás vamos a poder alcanzar. Tiene que ver con otra cosa, más profunda aún, más importante para nosotros, que tenemos que aprender a ver, pero primero tenemos que sacarle el polvillo a la fantasía y a la imaginería con que se ha cubierto la imagen de María.
 
Lamento que a la Madre de Jesús se la haya presentado durante siglos con adornos y prerrogativas tan extrañas que no hicieron más que alejarla de nosotros. Es como si a una piedra preciosa la hubieran cubierto con un terciopelo carísimo para protegerla, pero que impidiera ver su brillo...!!! Amo a la Madre de Jesús pero tal como nos la presentan los Evangelios. Allí casi no se habla de ella, porque el centro es Jesús. 
 
La Madre de Jesús fue una mujer absolutamente igual que nosotros, llena de sufrimientos y de fuerza espiritual. Ya Santa Teresita del Niño Jesús se espantaba de los sermones  inverosímiles que escuchaba sobre la Virgen. Les transcribo un pequeño fragmento de una de sus últimas conversaciones, para que vean la intuición genial que tenía la santa de Lisieux, ya en el siglo XIX:
 
"Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida imaginaria; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible, habría que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de fe igual que nosotros, probarlo por el Evangelio, donde leemos: "No comprendieron lo que quería decir". Y esta otra frase, no menos misteriosa: "Sus padres estaban admirados por lo que se decía del niño"... Está bien hablar de sus privilegios, pero no hay que decir más que eso; y si en un sermón nos vemos obligados a exclamar desde el principio hasta el final "¡oh! ¡oh!", acaba uno harto. ¡Y quien sabe si en ese caso algún alma no llegará incluso a sentir cierto distanciamiento de una criatura tan superior y a decir: "Si eso es así, mejor irse a brillar como se pueda a un rincón"... (UC, CA, 21 de agosto de 1897, 15).
 
Esta fiesta es para llenarnos de alegría, porque en ella vemos reflejada nuestra verdadera realidad. Es lo que nos dice San Pablo en la segunda lectura de hoy:
 
En Cristo  ..."hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad-
a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria...."
 
Dios nos bendice...!
 
 

2 comentarios:

Francisco Sosa Cárdenas dijo...

Buenas noches, Graciela. Veo a Santa Ana, la Virgen y el Niño. Una pintura donde la Abuela no cabe en sí de satisfacción, admirando los solícitos cuidados con que su Hija cría a su excelso Nieto. (Es de Leonardo, está en Louvre).

Gracias por tu naturalidad.

Francisco Sosa Cárdenas.
C/St. María 12
41100 Coria del Río (Sevilla)
ESPAÑA

Francisco Sosa Cárdenas dijo...

Las Pléyades son una plegaria en lo más alto del estrellado cielo, a la izquierda se levanta imponente Orión; al noroeste la Cruz del Norte clavada en la tierra. Mirando al Sur, Adviento 2011. Sevilla. 11 de la noche.