Es importante aclarar que meditar no consiste en "poner la mente en blanco"; si eso ocurriera, seguro que estaríamos ya muertos! La mente siempre está trabajando, siempre está activa, pensando - incluso cuando dormimos, sueña. La mente es como los pulmones que respiran - hacen su trabajo.
La meditación cristiana es más una secuencia de momentos en que repetimos nuestra palabra sagrada y otros momentos en que nos distraemos pensando, imaginando, planeando, soñando, fantaseando. El gran mérito de meditar, en mi opinión, consiste en percatarnos de esos momentos y de volver a la repetición de nuestra palabra sagrada - así sea mil veces.
Aún distraídos, es el Espíritu Santo que trabaja, que ora en nosotros. Meditar es romper con el control, con las evaluaciones, con las comparaciones, con el estarnos midiendo en base de una meta que nos lleve al "éxito". Esto es una tarea difícil pues todo lo que hacemos lo evaluamos en cuanto a logros y nos damos calificaciones y premios si nos consideramos buenos en ello.
Meditar es aceptar el trabajo normal de la mente - como si esta fuera un niñito que quiere nuestra atención. Claro que la "volteamos a ver" o que la "escuchamos", pero inmediatamente regresamos a la repetición de la palabra sagrada, sabiendo que nos vamos a volver a distraer.
Ayuda mucho tomar respiraciones largas y profundas acomplando las sílabas de nuestra palabra sagrada; ayuda mucho "escuchar" la palabra al momento de decirla interiormente - pero creo que el gran premio que podemos darnos para no tirar la toalla consiste en aceptar la condición normal de la mente y continuar.
La meditación cristiana es un camino hacia la Oración Contemplativa - es un Camino con Jesús, sin expectativas, en entrega de lo que somos al regalo de su Gracia!
Lucía Gayón
Publicado por:
www.permanecerensuamor.com
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