21 junio 2014

El arte de la construcción de bóvedas y la meditación - Enrique Lavín

El ex-convento franciscano de Alfajayucan, en el estado de Hidalgo, al noreste de la Ciudad de México, ha sufrido los embates del tiempo, los descuidos y las 'restauraciones' bien intencionadas pero totalmente desafortunadas. Los techos de todos los cuartos del segundo piso en algún momento fueron realizados cómo bóvedas. Este método constructivo fué traído de Europa por los arquitectos constructores de los conventos religiosos del siglo XVI en toda América y es un verdadero arte. Consiste en crear, utilizando solamente  tabiques y yeso o mortero, techos con cierta curvatura, sin utilizar los apoyos de madera comunes en la construcción de los techos planos tradicionales.

Cuando llegamos para iniciar la meditación con los niños, vimos que estaban iniciando la construcción de un techo de bóveda en una de las habitaciones que se están restaurando. Me quedé un rato observando y el maestro de obra me comentaba: 'esta manera de construír depende de la habilidad del albañil. Tiene que colocar los tabiques uno por uno, teniendo cuidado de colocarles el yeso en las caras de contacto y, aprovechando que el tiempo de fraguado es rápido, ir avanzando en la colocación, siguiendo una curvatura previamente trazada. Lo importante es mantener el mismo espesor del yeso, para que todo quede uniforme.


Es simplemente cuestión de práctica, de ritmo. Tomo el tabique, le pongo yeso, lo coloco en su posición, me aseguro que sea el grueso correcto y tomo el siguiente tabique, le pongo yeso...etc.

Pensé que hay una cierta relación con la construcción de estas bóvedas y la repetición de la palabra sagrada. La instrucción es muy simple, pero la ejecución no es sencilla y requiere de trabajo y atención.

Me dice entonces el maestro de obra, - ¿sabes? En realidad no es cuestión más que de práctica, la mejor manera de aprender a hacer bóvedas es haciéndo bóvedas.

Para entonces ya se habían juntado los niños y me fuí con Paty y con ellos a meditar. Paty había preparado un pequeño cuento para ir introduciendo al silencio a los niños.  Ellos, al igual que nosotros, necesitan un poco de calma para iniciar la meditación. De esta manera, capturando su atención con la narración, es más fácil iniciar la oración.

En esta ocasión el cuento es sobre un ratoncito que está en la selva y no sabe como es pues nunca se ha visto. Quiere saber como luce y le pregunta a diferentes animales si luce como ellos. Al león le pregunta si tiene una melena tan bonita como el, y el león le contesta que no, que tiene el pelo cortito y feo. A la girafa si tiene el cuello tan largo y esbelto y la girafa le contesta que no tiene ni siquiera un poquito de cuello, pero aparte tiene una cola larga y horrible. El chango le dice que sus ojitos son terriblemente chicos, nada que ver con los de el que son grandes y hermosos.

El ratoncito, abrumado y triste, se sienta a llorar en una piedra. Se aparece entonces el búho, quien le reclama haberlo despertado con sus lloriqueos pués el duerme de día para poder vigilar de noche... Y le pregunta por el motivo de su llanto y le dice que se vaya al estanque, y que vea su reflejo en él. El ratoncito, agradecido, corre al estanque pero emocionado por lo que acaba de decirle el búho, no se puede detener y se cae al agua. Sale a la orilla y trata de ver su reflejo, pero obviamente no es posible por las olas que se generaron con su chapuzón.  Se desanima y empieza a llorar de nuevo. El búho le dice entonces: - escucha con atención: siéntate en la orilla, en silencio y quietecito, respira con calma y tranquilízate...


Poco a poco el agua se va a calmar y podrás ver tu reflejo. Y vas a ver que eres una creatura perfecta y bella, única e irrepetible. Y así como tú, somos todos y todos nos podemos entender y llevar bien porque formamos parte de una gran familia. Todos somos diferentes pero compartimos la belleza de nuestra creación y por lo mismo podemos convivir y estar en paz unos con otros.
Entonces el ratoncito se asoma y ve su reflejo y entiende que es perfecto.

Después de la narración, iniciamos como siempre con una canción - Yo tengo un amigo que me ama - que vamos cantando cada vez más quedito hasta quedar en silencio y comenzar a meditar. Después de meditar, hacemos el proceso inverso y terminamos cantando fuertemente.

Una vez que terminamos, fuímos a despedirnos del padre Víctor y de repente un gran estruendo nos sobresaltó...vino del cuarto que estaban remodelando.


Los tabiques estaban rotos en el piso y el maestro de obra le decía al albañil: tienes que tener cuidado. La instrucción es simple pero no sencilla. Hay que practicar más y estar atento al colocar los tabiques. Limpia el espacio y vamos a empezar de nuevo...cada bóveda es como la primer bóveda, si no pones cuidado, se te puede caer. Así que vamos de nuevo...una vez más...

Me quedé pensando en la importancia de esta lección, cuidado y atención amorosa a la repetición de la palabra, forman la base de nuestra meditación. Y cada meditación es nueva, siempre somos principiantes, siempre tenemos la oportunidad de empezar frescos y siempre el Señor nos sale al encuentro en donde y como estamos.




Enrique Lavín


Publicado por:
www.permanecerensuamor.com

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