30 mayo 2012

El Amor al Prójimo y algo más... Inma Martí


La palabra prójimo nunca me ha sido simpática. No sé el motivo. Quizá de pequeña la escuchaba sin entenderla, y como nos hablaban del amor al prójimo, yo podía creer que era absurdo tener que amar a un "ente" que no sabía ni lo que era. Diréis, entonces te pasaría lo mismo con Dios. Pero no, porque a Dios sí que me lo presentaban de forma más cercana, me decían quién es, que se encarnó en Jesús, yo podía conocer a Jesús en el evangelio… me encantaban las curaciones, las parábolas, el que dijese DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ, cuando los adultos se lo impedían… pero eso de prójimo no conseguía entenderlo, yo podía querer a las personas, pero no a los prójimos.


También recuerdo que era un lío eso de "como a ti mismo".  Porque yo tampoco sabía comparar el tipo de amor que me tenía a mí misma con el tipo de amor hacia los demás. No me preocupé mucho en entenderlo, crecí, el prójimo seguía siendo un concepto en vez de una persona - prefería poner nombres propios.


Andado el tiempo me gustó una predicación, creo que recuerdo al predicador, hablaba de las palabras prójimo y próximo. Hablaba de hacernos próximos a los demás. Tener gestos de cercanía, de cuidado, de solicitud. Eso me gustó. O sea que el prójimo-próximo era lo que yo podía ser con los demás, sólo había que ver a las personas y descubrir en qué podría brindarles algo bueno - tampoco era fácil, ¿eh?


Hace unos años encontré una re-lectura de la parábola del buen samaritano que me hizo reflexionar mucho. El samaritano se acerca a un desconocido que necesita ayuda, se ha sentido conmovido al verlo, o sea, lo ha visto DE VERDAD, seguramente por haberse encontrado alguna vez en una situación parecida o porque sabía que no estaba libre de que le pudiera suceder. Y sabe que si estuviera en su lugar necesitaría ayuda. Después le ofrece lo que puede, como en una (cadena de favores) él fue ayudado y devuelve el favor al primero que encuentra en necesidad. Y no espera que éste le muestre agradecimiento y quiera tener oportunidad de pagarle. Le basta con marcharse y saber que cuando el otro encuentre a alguien en necesidad, también lo ayudará.


También exponía esta reflexión que el samaritano fue quien se hizo prójimo, esa es la pregunta que hace Jesús en el evangelio; y quien fue socorrido le ama porque se ha sentido salvado por él. Es una llamada a la gratitud. Mi prójimo es quien, en un momento que yo me encontraba sin salida, sin horizonte, se acerca, me acompaña un trecho del camino, me ayuda a recuperarme y después continúa con lo suyo.


A veces nos formamos un lío de normas morales y deberes, pero todo es más simple. Teniendo el espíritu alerta somos capaces de hacernos prójimos, sentimos como nuestro lo que le ha sucedido a otro. Yo siento que, si no me doy tanta importancia a mí misma y a todo lo que me sucede, si aprendo a caminar sin pesos añadidos en la vida, estoy más preparada para aproximarme a los demás, para acompañarles, hacerles sentir importantes para mí. Este tipo de relación es fuente de alegría, porque todos hemos nacido para amar y ser amados. Esa es nuestra interconexión. Yo destaco entonces de la lectura esta frase:


“Debemos sacar la atención de nosotros y la meditación es la disciplina para lograrlo” Creo que el aprender a vivir así contribuye a que conectemos con nuestra verdadera vocación, con nuestra felicidad. La última frase de la lectura es para mí una lección de sencillez.


"No hago nada especial. Solamente, mientras trabajo miro a los que pasan por la calle y digo:˜Para que ellos puedan ser salvados, yo, y solamente yo, pereceré."  El sentido que tiene para mí esta frase es el mismo de Jesús: "Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí la encontrará" o también: "Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo".  En el silencio encontramos el sentido de estas palabras. Ahí nos damos cuenta que la Vida que somos necesita ser despojada de nuestras falsas creencias acerca de nosotros mismos. No estamos unos frente a otros, ni frente a Dios. Somos Uno con ellos, Uno en Dios, como ya Jesús había descubierto: "El Padre y yo somos Uno".
Seguimos unidos en este camino de aprender a meditar en silencio. Con gran cariño,
 
 
Inma
 
 
Publicado por:
www.permanecerensuamor.com

No hay comentarios: